PARAGUAY: UNA REVOLUCIÓN SILENCIOSA Y PACÍFICA




FÉLIX GERARDO IBARRA PRIETO.

Hace unos dos años que vino a colación la posible candidatura del ex obispo de San Pedro, Fernando Lugo. Formaría una alianza con los partidos de la oposición para poder derrotar al partido colorado, entonces casi sesenta años en el poder. Fadul y Oviedo -antes de ser suelto- que comenzarían dentro de la alianza, al final, por motivos obvios, no formaron parte. Hubo un momento, el año pasado, en que el proyecto casi naufraga. También había la desconfianza de la posible inconstitucionalidad de su candidatura, por el hecho de ser ministro de la iglesia católica.

Pasaron los meses y yo mismo, desde la distancia comencé a escribir contra la candidatura del religioso. No por él, Fernando Lugo, sino por un grupo de extrema izquierda -Tekojojá- que lo apoyaba muy de cerca. Tenía la seguridad de que el país necesitaba cambiar, ¿pero cambiar por este tipo de gente? decía yo. De a poco las cosas fueron arreglándose y llegó el gran día.

“No hay mal que por bien no venga” dice el refranero popular. En el momento en que el Tendotá le elige a Blanca como su candidata sin el consenso partidario -ANR- las cosas comenzaron a mejorar, para la oposición y mucho más para Fernando Lugo y la ADC. Vino las internas coloradas y la “victoria” apretada de la señora Ovelar hizo con que el coloradismo se fragmentara. Una división que se mantuvo pese a los miles de ofrecimiento de cargos para tenerlos de vuelta. A esta altura la ADC ya se fortalecía. Castiglioni y la vanguardia también, para la próxima elección.

Así llegó el domingo 20 de abril, día histórico para la política paraguaya. Yo como hace veinte años vivo fuera del país no tenía la exacta noción de lo que se venía. El sábado les llamé a algunos amigos, todos colorados y funcionarios públicos y ellos me decían que el coloradismo había reaccionado, pero ya era tarde. La necesidad de ir al ataque dejó la defensa de la ANR vulnerable y la ADC aprovechó esa oportunidad y le encajó una histórica goleada al coloradismo.

El domingo amanecí sin Internet, por problemas técnicos, entonces hice mi “boca de urna” por el celular. Primero le llamé a mi mamá. Su voto ya era esperado, a favor de Lugo - SI HAY GOBIERNO, SOY CONTRA- con mucha riza y orgullo. Pedí para hablar con mi papá, un coloó histórico, muy bajito me confesó bajo reservas – Voté por Lugo. Ahí ya no había dudas. En seguida le llamé a mi hermana, una funcionaria pública, ella también con una leve sonrisa me dijo- Voté por Lugo. Entonces le llamé a un viejo amigo, empresario agropecuario, ex funcionario graduado del BC y me dijo con mucha naturalidad -Voté por Lugo. Estaba hecha la prueba de los nueve.

Ya sin dudas, sintonicé la CNN a eso de las dieciocho horas y para mi sorpresa y de toda la nación paraguaya y del mundo, la señora Blanca serenamente reconocía su derrota, antes ya lo habían hecho el jinete y el banquero. La lección de civilidad fue fantástica, una demostración pacífica de un pueblo cuya historia esta hecha de heroísmo, humillación política y postergación económica. El momento es para recuperar la moral y la ética perdida. Un momento propicio para un sacerdote. La salvación está hecha. Mantengo aun todo lo que escribí al respecto del grupo que comanda Lugo. En adelante tendrá que probar lo contrario. Seré el primero a reconocer la equivocación de mi palpite, caso haga un gran gobierno.

No será fácil gobernar. El presidente de la república tiene la obligación primera de sostenerse en el poder, para ello, deberá aliarse a mucha gente buena y mala. El presidente tiene la obligación de guiar al pueblo dentro de la ética y de la moral. Sin embargo la base política, no funciona por ese riel. Todo presidente necesita de un Maquiavelo y de un Richelieu. Uno para cuidar de su política interna y otro de la externa. En ambos casos, Lugo necesitará de personas honestas, experimentadas y sobre todo letradas, en el buen sentido.

Su discurso pacificador y su espíritu negociador quizá sea su más grande virtud. El país necesita de un líder aglutinador, el presidente saliente nunca tuvo esa capacidad. Su más grande pecado fue la arrogancia. Eso nadie le aceptó y Lugo debe aprender muy bien esa lección. En realidad, jurídicamente el cambio ya está sacramentado, vamos a verlo empíricamente. El primer paso está dado, el pueblo hizo su parte, ahora la pelota pasa a ser de los de la ADC.

El mejor periodo de un presidente recién electo va desde la fecha de su elección hasta la fecha de su asunción. Disfrútelo señor presidente!




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