ECC: CALÓ HONDO


FÉLIX GERARDO IBARRA PRIETO

El último fin de semana del mes de mayo estuvimos reunidos para algo muy especial. ECC cuya sigla en portugués corresponde a “Encontro de Casais con Cristo” Las parejas se reúnen dentro de la iglesia, por tres días, para escuchar las diversas salidas para alguna crisis que hubiere y la importancia de la familia en defensa de la vida.

Hace muchos años que venía recibiendo la invitación para esa finalidad. Especialmente de mi querida amiga Lorena Regis, cuya militancia católica es conocida y destacada. Pero nunca le di mucha importancia, por la sencilla razón de mi falta de hábito en ir a una iglesia, religiosamente. De paso habría que “perder” todo un viernes a la noche más el sábado y domingo para rezar, cantar, confesar, comulgar, etc. Pero otra pareja vecina –Eugenio y Ana- también asiduo a esa misma iglesia, la Trinidad, nos hizo llegar la invitación, más una vez, pero a través de mi señora, la persona adecuada. Estábamos completando quince años de matrimonio. A pedido de ella, bajo protesta, acepté ir al Encuentro.

Llegamos al local de la iglesia a eso de las 19:30H, horario marcado para el inicio y volvimos a salir a las 22:00h. Éramos treinta y cinco parejas, de las más diversas situaciones. Algunas recién casadas, otras ya con algunos años de casamiento en las espaldas. Otras al borde de la quiebra y algunas indelebles. Esa misma noche comenzaron las palestras. Diversas parejas, que ya pasaron por dificultades y que ya hicieron el ECC vienen a comentar sus casos. Algunas que estaban al borde de la separación, sean por causa de la bebida o de otros placeres de la vida, así como la fe fue factor determinante para la cura de alguna efermedad sin remedio. Cuentan como se salvaron y pasaron a enfrentar la vida en familia.

Lo que más me llamó la atención al llegar al local era la cantidad de parejas dispuestas a atendernos, en el local, así como en nuestras casas, para solucionar cualquier problemita que pudiera aparecer durante el encuentro. Todos los trabajos son llevados a cabo por parejas que ya hicieron alguna vez el ECC y que después se colocaron a disposición de la iglesia para ayudar a los que resuelven hacer el encuentro. Estábamos realmente tranquilos por la seriedad que nos pasaban las personas. Había las que te recibían, las que cuidaban de los autos e incluso los lavaban, las que cocinaban, las que hacían las limpiezas, algunas rezaban por todos para que nadie desistiera, en fin una organización envidiable y perfecta.

El sábado recomenzamos a las 07:30h y fuimos, sin descanso ni mentira, hasta las 22:30h. Rezamos, cantamos, comimos como chanchos. Todo gracias a las parejas que allí estaban para que todos esos días pasáramos de la mejor manera posible. Volvimos a escuchar innumeras experiencias de otras parejas sobre la vida a dos y en familia. Personalidades destacadas de la sociedad local participaban y trabajaban en el ECC. Ese día comenzamos a realizar algunos trabajos en grupos, bajo la coordinación de otra pareja. Dibujamos el significado del encuentro, definimos en pocas palabras algunas parábolas y cada grupo iba al frente a mostrar sus resultados.

Nuevamente, el domingo recomenzamos a las 07:30h como habitual, dentro de la iglesia, escuchando algunas oraciones y reflexiones y a comer y a comer. Desayuno, merienda, almuerzo, merienda, cena. Pero no es poca cosa. Es mucha comida, lo peor, hacen y te ofrecen con tanto cariño que uno no tiene como rechazar. Quedamos leve del alma, pero pesado de físico. En este último día llegan las sorpresas. En realidad, ellas son recolectadas dos, tres semanas antes del encuentro. Confidencialmente.

Lorena, mi amiga, socia y hermana, aquí en el Brasil se esmeró mucho para darme las más bellas . Al final del encuentro, ellos, los padrinos, tanto Lorena y Fabio, como Eugenio y Ana buscaron llevarnos mucho de nuestro pasado, por medio de nuestros amigos y familiares más íntimos. Mucha gente lloraba durante el ECC, desde el primer día. Incluso Ivana, mi esposa, en diversas oportunidades. Sea de emoción por un caso u otro, sea por el mismo clima del encuentro. Yo decía: -no voy a llorar, aunque estuviera muy emocionado en diversas situaciones del encuentro.

Finalmente no me resistí al llanto. Recibimos en una bolsa especial, diversas manifestaciones de cariño, por medio de cartas y dibujos, principalmente de los hijos, de los amigos y familiares. Algunos amigos como Arturo Ríos, Yussef Ayan, J. Claudio, Enrique, Brahin, Nei y otros me escribieron cartas muy generosas, pero el llanto vino a raudales cuando, por sorpresa de mi amiga Lorena, llegó la de mis padres. En la carta escrita por mi madre me recordaba mi infancia, mi origen y ahí me di cuenta que de tan lejos yo venía y tan lejos había llegado, sin nunca haber parado un rato y mirado esa distancia toda.

Me dijo textualmente: naciste en una ciudad humilde –San José de los Arroyos- en la cuna de una familia humilde y a los diez años te fuiste –por insistencia de ella- y por circunstancia de la vida a la capital Asunción en compañía de otros estudiantes, todos en edad universitaria, para proseguir los estudios en una casa que mi recordado abuelo Juan Pablo Ibarra había comprado. –Estoy llorando por la cuarta vez en este momento al recordar este pasado- es que yo era muy pequeñito y mamá sabía que esa era la oportunidad para que yo sea alguien alguna vez en la vida. Tuvo razón. Hoy a los cuarenta y tantos años tengo todo: Familia, salud, solidariedad, trabajo, dignidad y ahora también Cristo.

Lo emocionante de la carta de mi madre era el pasaje donde ella contaba que cada vez que regresaba, los finales de semana, ella y mi papá lloraban mucho, pero no me demostraban para que yo no sintiera esa emoción y en consecuencia querer no volver a mi casa de Asunción. Pero ellos tampoco sabían que yo hacía lo mismo para que ellos no supieran de las necesidades físicas y materiales que pasaba en la casa de Asunción, por miedo a que ellos me lleven de vuelta. Yo tenía sólo diez años y al mirarle hoy a mi hija de doce, veo que tanto mis padres como yo, tuvimos mucho coraje. Había una conspiración positiva para que continuara por ese difícil camino, el único que en aquel momento tenía.

Mi hermana Wilma también, en su emocionante carta me recordaba lo poco que hemos pasado juntos. El hecho de haber salido temprano de casa me privó de la convivencia diaria de todos mis hermanos, aunque siempre hemos tenido una excelente relación de respeto, cariño y solidaridad. En los meses de enero y julio nos encontramos todos y casi siempre nos recordamos de aquellos tiempos. Otra carta muy bonita, de mucho valor sentimental y admiración fue la que recibí de mi madrina y amiga Lorena. Como ella misma dice: nos consideramos hermanos aquí en el Brasil. Trabajamos juntos hace más de diez años y pasamos los mejores y peores momentos de una relación laboral. A ella le agradezco este acercamiento a Dios y espero que nuestra relación continúe viva.

A mi querida esposa, por haberme propuesto el encuentro como regalo de casamiento. Fue inolvidable. Aprendimos mucho y vamos a querer que nuestros amigos también pasen por esta experiencia. Veremos quien se anima a “perder” su sábado y domingo, pero les aseguro que ningún final de semana más provechosa será como esta que pasé. Al final del encuentro más sorpresas. Había nada más y nada menos que ochenta y cinco parejas, todos bajo el comando del padre Ronaldo, una persona ilustre, simpática, carismática y sencilla, trabajando para que tuviéramos el mejor de los feriados de nuestra vida. impresionante.


Hay demasiadas cosas para contar, pero el sigilo no me permite. voy a limitarmea mi experiencia personal. Hay que vivirlo. El ECC, caló hondo.

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