EL TZUMANÍ JAPONÉS Y EL TORMENTO PARAGUAYO

FÉLIX GERARDO IBARRA PRIETO

Los japoneses, estoy seguro, se recuperan en cinco años como máximo. Los paraguayos, también estoy seguro, ni en los próximos doscientos años más conseguiremos tan siquiera resolver el problema de una simple y sencilla chatarra. Somos el país de la basura: buses, taxis y automóviles. Sin hablar de las caras sucias de la ciudad: la plaza uruguaya y los mita-í de la terminal de ómnibus de CDE. Sólo por citar algunas evidencias.

Si Zacarias Irún y su mujer intendenta de CDE no consiguen ni siquiera solucionar ese rostro desafiador de los niños callejeros que asustan y "asaltan" a la llegada de los pasajeros desavisados de la terminal de ómnibus de esa ciudad, cómo querrá hacerse cargo de los grandes y graves problemas nacionales. Lugo cuando iba a camino de su asunción por las calles de Asunción, el día 15 de agosto de 2008, lloraba viendo los problemas de la niñez paraguaya desfilar por las calles de la capital. ¿Qué hizo al respecto? No sé. Sólo sabemos que el problema sigue y aumenta. Pura ilusión. Un desastre político, consecuencia de la larga inoperancia colorada.

En todos los países del mundo civilizado se intenta y se consigue reducir la vida útil de los transportes públicos –concesión del Estado- en lo nuestro es todo lo contrario. Un puñado de gente – que se dicen empresarios- consigue vencerle al débil y fracasado estado, no sólo para no renovar, sino para prorrogar la vida “inútil” de sus vehículos adquiridos, muchas veces, de contrabando. Treinta años. Cualquiera que lea esto, no creería.

Un puñado de revendedores de autos usados –chatarras japonesas y americanas- restos de huracanes como el Katrina y en el futuro, del terremoto y Tsunami japonés, consigue doblegar al semiestado fallido en su intento de frenar la excesiva polución que estos aquejan a la población en general. Esto porque todos ellos ya adulteran en la aduana los años de los autos chatarras importados. Engañan a sus clientes con la anuencia del “Estado”

Un grupo de taxistas, cuyos vehículos todos con más de veinte años de uso y en pésimo estado de conservación pueden más que un Estado sin ninguna función para sus contribuyentes. Si estos elementos básicos no pueden ser resueltos por el agente estatal entonces nos preguntamos ¿para qué sirve? Lo importante no es lo que se lleva a la fiesta sino lo que se hace con él. O sea ¿para qué Estado sino no sirve para nada y cuesta caro?

No basta ser colorado ni tener mucho dinero para ganar las elecciones presidenciales. Es necesario captar lo que la gente quiere y realizar esas promesas dadas. El discurso luguista de recuperación de la tal “soberanía energética” con el Brasil, hasta hoy, no ha salido de las buenas intensiones y temo que terminará 2013 con las manos vacías, una vez más. ¿Cómo podría ser lo contrario si el gobierno tan siquiera consigue nombrar un embajador para ese país tan importante? Ese discurso ya nadie lo va a comprar en 2013. Hay que ingeniarse por otras retóricas más palatales y digeribles.

Necesitamos de alguien que no compre ni se venda. De alguien que tenga compromisos, con la gente. De alguien que tenga el coraje de enfrentarle a los enemigos de la mayoría. Ese alguien tendrá el respaldo de la gente que está harto de gobernantes canastrones y flojos. De promeseros baratos y vendidos. Hay una cierta dificultad para hallar esta figura. Hasta ahora sólo tenemos a candidatos que compran y que se venden. Ojalá haya sorprezas.

Comentarios

Johnny Garcete ha dicho que…
jajaja...pesimismo en su máxima expresión y...por la tarde empeorando!
Dicen que un pesimista, en realidad es un optimista que siempre está preparado para la derrota...jeje

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