Reminiscencias de Yhacá
Félix Gerardo Ibarra Prieto*
Soy de la época de los caballos, carretas y algunas que otras bicicletas. Mi abuelo (Juan Pablo Ibarra) era ganadero y sus herramientas de trabajo eran los caballos y los peones. No había los piquetes, los potreros organizados, los corrales modernos ni bretes com maderas de ley como vemos hoy. Gran parte de los animales vivían sueltos en Limpio, un campo abierto y público al otro lado del “Arroyo Piray” que se llama “Potrero Oculto” o en “Ibarra Piquete” como se denominaba el campo de la familia, en aquel tiempo aún sin alambrados.
Yo era un mita-í, y ya participaba de esos rodeos, sea para vender,
vacunar, marcar, castrar (capar) o señalar. Eran tiempos decentes cuando el abigeato todavía no calaba
hondo en el país. Para carnear bastaba comunicar al Comisario Tablada, darle su
parte y todo arreglado, sin la burocracia de hoy, pero con absoluta honestidad. Hoy
abundan los papeles, pero no siempre son sinceros.
Los peones y jauría eran conducidos por mi abuelo cuyo
grito se escuchaba a kilómetros ¡cómo le gustaba gritar! Los vacunos eran manejados por rodeo con la ayuda de un manso señuelo cuya misión era
conducir a la manada al corral y entre ella también retozaban yeguada y
potrada. Sin embargo, no pocas veces miembros del rebaño se recusaban seguir
al señuelo y ahí la solución era otra: lazo.
A mi abuelo no
le interesaba si el novillo era grande, salvaje, bueno o pequeño, ni si su
nieto (en este caso yo) podía ir atrás enlazar y con eso correr algún peligro,
no. Ordenaba y listo. ¡Cuántas veces Adriano Ríos (mi compadre tiempos después)
me salvó! “ojurá joá” para socorrerme. Uno
de ellos enfrente de la casa de Tío Andrés (en Potrero) enlacé con uno de siete
brazadas (mbyky la che lazo) un novillo insubordinado que tenía el doble del
tamaño de mi caballo viejo y unos cuernos que sobrepasaba mi propia altura por encima
del montado. Ese feroz animal con tres saltos llegó a mí, metió los cuernos
entre las piernas de mi Pangaré y con una cabezada lo arrojó a unos tres
metros, Adriano vio, vino como un rayo y me socorrió. Ni papá (Danielito Ibarra) me hizo caso: él estaba en otra misión, quizás más difícil.
Hoy veo con
tranquilidad y naturalidad que los rodeos son plácidos y se
hace en moto e incluso en camionetas 4 x 4. Los animales son mansos y
ordenados, van todos al compás como soldados bien instruidos. Por otro lado, los
campos ya no son tan abiertos y existen piquetes al pordoquier con alambrados
lizos y de púas que muchas veces, no sé por qué, a la mañana está todo arreglado,
pero al día siguiente rotos y sueltos. Quizás la modernidad nos hizo perder el sentido
de comunidad.
Y quizás
lleguemos un día a lo que Don Manuel (famoso personaje de Yhacá) ya imaginaba
en la primera mitad del siglo pasado. Hacer rodeos en helicópteros, y de hecho
en muchas haciendas australianas eso ya es una realidad. ¡Nuestro Quijote tenía
razón y visión!
*es yhaqueño, empresario y
profesor universitario en Brasil.
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